R. Mangabeira-Unger

Sobre el autor

Roberto Mangabeira-Unger (Brasil, 1947) es un político, filósofo y teórico social brasileño. Sus escritos son permeados por la idea del empoderamiento de las personas permitiendoles mejorar su calidad de vida. En ese sentido, el autor no busca un camino único y predeterminado de mercado, estado y relaciones sociales sino que lo deja abierto para la experimentación y corrección en la medida que se avanza hacia el empoderamiento de las personas. 

Desde 1976 es profesor en la escuela de Leyes de la Universidad de Harvard. Actualmente dicta cursos sobre economía política luego de la crisis financiera de 2008, pensamiento legal y estructura de la sociedad, y sobre alternativas progresistas de desarrollo.

Fue opositor a la dictadura brasileña de fines de los sesenta, y fundó el Partido del Movimiento Democrático Brasileño, del cual es redactor de su manifiesto. Ha sido candidato (sin éxito) a diputaciones parlamentarias y a la presidencia, y asesor de las campañas presidenciales de Ciro Gomes. En 2007, fue designado como Ministro de Asuntos Estratégicos de su país, bajo el segundo mandato de Lula. Durante su labor, impulsó modificaciones en el Código de Trabajo y en el currículum de la educación secundaria técnica brasileña, fomentando la resolución de casos. En 2009, retornó a Harvard para retomar su carrera académica.

Pablo Guzmán discutirá el libro "La alternativa de la izquierda" (2009).


Introducción

En este libro, Roberto Mangabeira Unger diagnostica la situación de la Izquierda contemporánea, carente de ideas y respuestas. Asimismo, identifica cuáles son las demandas sociales actuales, y por qué éstas se generan. Dado lo anterior, el autor plantea una serie de directrices, teóricas y prácticas, que debieran guiar a la Izquierda actual en pos de generar una alternativa política que asegure crecimiento económico inclusivo y mayor bienestar.

Actualmente, existen dos izquierdas en el mundo: una recalcitrante, que busca detener el avance del capitalismo y la globalización, pero que no ofrece alternativa (motivada por ideales más que por los intereses universales de la humanidad). Otra, rendida ante la economía de mercado y la globalización, y busca humanizar ambas dimensiones, pero sólo a través de redistribución y transferencias compensatorias.

Se necesita una tercera izquierda, centrada en democratizar la economía de mercado y en profundizar la democracia. Una izquierda reconstructiva, orientada hacia la generación de una coexistencia experimental de diferentes regímenes de propiedad privada y social, así como distintas relaciones entre las empresas y el estado, dentro de una misma economía de mercado. Que asegure un sistema de educación pública que equipe, informa y libere la mente con una enseñanza que sea al mismo tiempo analítica, dialéctica (contraste entre puntos de vista) y cooperativa. Que abandone la concepción de que nuestros intereses morales en cohesión social descansan en transferencias compensatorias, e instale la concepción de que todos deben compartir, de alguna manera y en algún momento, la responsabilidad de cuidar por otras personas fuera de su familia. Que implemente una democracia profunda, que aumente el nivel de compromiso cívico y aumente el ritmo de la política, haciendo a las sociedades más distintivas.

La base intelectual de esta propuesta es el repudio de muchas de  las premisas de las teorías sociales que han orientado a la izquierda en los últimos 150 años. El argumento principal es la necesaria existencia de una alianza entre políticas transformadoras y pensamiento programático: más allá de políticas solitarias, es necesario insistir en grandes ideas y ver cómo se llega a ellas.

Tres eventos motivaron a Mangabeira Unger para escribir el libro: la crisis financiera y económica reciente (gran recesión), la nueva administración en Estados Unidos, y el creciente poder y acción conjunta de China, Brasil, India y Rusia.


La dictadura de las no alternativas

Existe un  malestar generalizado, de alcance mundial,  motivado por la falla de las políticas nacionales en generar alternativas reales. Dada esta situación, el autor analiza la relación entre este malestar y las fuerzas políticas tradicionales, tanto en su génesis como en su respuesta.

Los autoproclamados progresistas aparecen en esta etapa de la historia contemporánea como los humanizadores de lo inevitable: su programa se ha convertido en el programa de sus adversarios conservadores, con una menor intensidad. Sus “terceras vías” son, en palabras del autor, “la primera vía con azúcar”: las transferencias compensatorias y la seguridad social cubren fallas que impiden cualquier ampliación fundamental de oportunidades.

Lo que se le pide a la izquierda es hacer el trabajo de la crisis, sin crisis. El autor identifica que esto actualmente no es posible debido a que la elite académica de los países ricos están controladas por tres tendencias de pensamiento: la racionalización extrema dentro de las ciencias sociales, la humanización dentro de la filosofía política y la teoría legal, y el escapismo en las humanidades. La combinación de estas tres tendencias genera, según el autor, pensamientos políticos deficientes en términos prácticos.

Al examinar el mundo, Mangabeira Unger mira primero a Estados Unidos, el poder hegemónico. Asegura que no está en comunión imaginativa con el resto de la humanidad. Sus líderes, sus pensadores y su población miran hacia fuera y ven un mundo que sigue siendo peligroso, pobre y no libre, a menos que converja a la misma fórmula institucional con la cual ellos han sido bendecidos. Cuestiona la socialdemocracia actual, ya que ha ido abandonado uno a uno sus rasgos tradicionales al esforzarse por reconciliar la protección social de estilo europeo con la flexibilidad económica estadounidense. En Europa, los antiguos progresistas aparecen como devotos de las ideas de sus oponentes neoliberales. En cuanto a China e India, ambos han sido exitosos en mantener una medida de resistencia a las fórmulas universales recetadas por las elites del Atlántico Norte (Washington, Wall Street, universidades estadounidenses).

A modo de diagnóstico general, según el autor, vemos en el mundo una ortodoxia político-económica universal, desafiada por una serie de herejías locales.  Sin embargo, sólo una herejía universalizada sería suficiente para contrarrestar una ortodoxia universal. Esto se justificaría porque las causas del descontento son también universales (según el autor, la primera es la falla en anclar el crecimiento económico con una mayor ampliación de oportunidades).  Otra potente fuente de descontento es la  limitación que impone la ortodoxia actual para que países o regiones del mundo desarrollen sus distintas formas de vida e ideales de civilización, al denegarles la oportunidad de acogerlas en distintas maneras de organización social.

Esta demanda por pluralismo, al contrario de la búsqueda de crecimiento con inclusión, parece incompatible con una alternativa política y económica que alega ser general en relevancia y alcance. Sin embargo, esta paradoja deja de existir cuando se establecen dos premisas: una, es que debe promoverse un pluralismo calificado, donde se entiende como pluralismo un mundo de democracias en donde el individuo está empoderado tanto para participar como para disentir. La segunda es que el pequeño repertorio de soluciones institucionales disponibles falla en proveer las herramientas necesarias para desarrollar diferencias nacionales en una forma compatible con los ideales democráticos.


La desorientación de la Izquierda

Posteriormente, el análisis se centra en el por qué la Izquierda actual ha fallado en generar alternativas reales de desarrollo inclusivo. La desorientación de la izquierda se representa, según el autor, en cuatro dimensiones: falta de alternativa, falta de mundo ideal, falta de agente, y falta de crisis.

En cuanto a falta de alternativa, las redistribuciones compensatorias ya no son suficientes, medida que se ha popularizado en los últimos 50 años. Hoy la Izquierda no parece capaz de decir cuáles cosas representa y defiende, carece de una situación ideal a la cual dirigirse y orientar sus políticas. En este punto, Mangabeira Unger se detiene y analiza por qué se genera la falta de ideas reconstructivas. Según él, se debe a las tendencias dominantes en las ciencias sociales y humanidades: racionalización, humanización y escapismo.
·         Racionalización en las ciencias sociales: el autor cuestiona que los instrumentos que las teorías positivistas utilizan para probar la existencia de imperfecciones priva los medios para imaginar alternativas. La teoría de la convergencia (sociedades y economías contemporáneas convergen al mismo conjunto de prácticas e instituciones (el mejor disponible) es una variante extrema de este sesgo.
·         Humanización en la filosofía política y legal: el punto es endulzar un mundo que no es posible reconstruir. Por ejemplo, muchos de los más importantes teóricos de la justicia contemporáneos buscan entregar un prestigio filosófico a prácticas redistributivas. El efecto práctico de la tendencia humanizadora en las disciplinas normativas es impulsar a éstas a aceptar la estructura institucional actual, corregida por las mejoras sugeridas por ellos, más que promover una reconstrucción.
·         Escapismo en las humanidades: se incita a aventurarse en la conciencia, desconectándose de la reformación práctica de la sociedad. Es una desconexión entre los proyectos de sociedad y los proyectos para sí mismo.

El autor señala que estas tres tendencias funcionan como aliados para destruir la imaginación transformadora.

La Izquierda además carece de un agente: una base electoral cuyos intereses y aspiraciones pudiera representar. El proletariado de Marx está obsoleto, y se debe buscar una nueva base electoral.

También existe una falta de crisis: contrario al principio central del pensamiento social clásico, los cambios sociales en el mundo moderno han estado relacionados más con los traumas externos de la guerra y colapsos económicos que con las contradicciones internas de las democracias contemporáneas. Establece que la estructura institucional e ideológica actual se gestó a partir de la gran depresión.


La reorientación de la Izquierda

Siguiendo el diagnóstico anterior, sobre las causas del fracaso de la Izquierda actual, Mangabeira Unger formula una alternativa de Izquierda, detallando uno a uno sus aspectos fundamentales. El principal sello de esta alternativa de la Izquierda es anclar la inclusión social y el empoderamiento individual en las instituciones de la vida política, económica y social.

En términos concretos, significa implantar un sesgo hacia mayor igualdad e inclusión en la lógica organizada de crecimiento económico e innovación tecnológica en vez de hacerla descansar en redistribución retrospectiva a través de transferencias e impuestos. Este avance sería sustentable gracias a una forma de educación orientada al desarrollo de capacidades genéricas conceptuales y prácticas en vez de la enseñanza de habilidades específicas. También gracias a la generalización de un principio de herencia social, asegurando a cada individuo una fracción base mínima de los recursos totales, sobre los cuales puede hacer uso en puntos clave de su vida.

Implicaría también tener un sistema político de alta temperatura: lo suficientemente vigoroso para responder de manera rápida a las necesidades y problemas sociales. Aumenta permanentemente el nivel de participación popular organizada, equipa al gobierno en su rol asistente, y permite a sectores o localidades particulares salirse del régimen legal general. El impulso que guía esta alternativa no es la atenuación redistributiva de la inequidad y baja inclusión: es la mejora de los poderes y ampliación de oportunidades que gozan hombres y mujeres comunes y corrientes sobre la base de una reorganización paulatina y acumulativa del Estado y de la economía.

Son cinco las ideas institucionales que definen a esta alternativa de izquierda, detalladas a continuación:
1.      Las rebeliones nacionales frente a la ortodoxia global, política y económica, depende de ciertas condiciones prácticas para que sean exitosas (alto nivel de ahorro doméstico, encontrar instancias que estrechen la relación entre producción y ahorro, alto nivel de recaudación tributaria). La idea del autor es tener una “economía de guerra, sin guerra”, caracterizada por una alta movilización de los recursos nacionales.
2.      Visionar las políticas sociales como un problema de empoderamiento y capacidades. Esto debería reflejarse en el sistema educacional, orientado al desarrollo de capacidades genéricas fundamentales. El autor sugiere utilizar la educación como antídoto para el poco empoderamiento mediante una radicalización de la meritocracia. Posteriormente, ésta debiera verse sustituida por una visión más amplia de solidaridad y oportunidades inclusivas.
3.      Democratizar la economía de mercado. Mangabeira Unger entiende esta democratización como utilizar el poder del Estado para crear las condiciones necesarias para el surgimiento de muchos más mercados, organizados de variadas maneras (idealmente, en regímenes alternativos de propiedad y contratos), y capaces de coexistir experimentalmente en una misma economía. El objetivo es que las innovaciones productivas se propaguen por toda la economía, y no se confinen sólo a las industrias de alta tecnología.
4.      Rechazar la idea de que las transferencias monetarias son una base suficiente de solidaridad. En este punto, el autor manifiesta que todas las personas capacitadas física y mentalmente debieran realizar una labor de asistencia social, fuera de su horario de trabajo y de su núcleo familiar, y la sociedad civil debiera organizarse para asumir esta responsabilidad.
5.      Contar con una democracia energizada y de alto vigor. Esta condición es necesaria para la sustentabilidad de las cuatro ideas anteriores. En términos concretos, se refiere a un alto nivel de compromiso cívico de la ciudadanía, y mecanismos constitucionales que aseguren la participación del electorado en la resolución de conflictos.

El autor menciona que las ideas sociales modernas (motivadas por la racionalización, la humanización y el escapismo) han creado una polarización innecesaria entre las formas de hacer política. Uno es el estilo revolucionario, que busca la sustitución total de un sistema por otro, guiándose por líderes confrontacionales apoyados por mayorías energizadas, en un contexto de crisis. El otro estilo es el reformista, que se preocupa por redistribuciones marginales y concesiones morales y religiosas, implementadas por hábiles negociadores que responden a intereses organizados. El autor cuestiona esta dualidad, sugiriendo la práctica del reformismo revolucionario, ejecutando reformas estructurales de, según él, la única manera posible: paso a paso y por partes. Esta manera de hacer política combina la negociación entre minorías organizadas con la movilización de mayorías desorganizadas.

Mangabeira Unger hace especial hincapié en la importancia de la existencia de un protagonista dentro de este relato. Cuestiona la insistencia de la izquierda de los últimos 200 años en centrarse en el proletariado industrial marxista. Según el autor, los protagonistas de este relato debieran ser dos: la clase trabajadora, que buscan transformarse en “pequeños burgueses”; y las naciones-estado, que buscan diferenciarse dentro de este mundo globalizado, y no han podido hacerlo con las formas actuales de organización política y social.

El autor también identifica la falta de una crisis en la izquierda. Yendo más allá, establece que una parte importante del objetivo programático debiera  ser modelar las instituciones y las prácticas sociales y políticas con el fin de disminuir la dependencia del cambio en la calamidad. En términos ideológicos, los grandes teóricos sociales europeos (Marx, el primero de ellos) identifican a las dinámicas internas de las sociedades como la causa primera de su transformación. Según Mangabeira Unger, estaban equivocados. La  guerra y los colapsos económicos han sido los principales agentes de cambio, contradiciendo la teoría social clásica, que asume que cada sociedad cuenta con una dinámica transformadora interna. El autor  manifiesta que esa situación es, en verdad, una meta.

Pero, surge una paradoja: ¿cómo surgirán las innovaciones y cambios necesarios sin la ayuda de una crisis? La respuesta a esta paradoja está en encontrar crisis disfrazadas, representadas en las tragedias individuales que se repiten millones de veces. En todas las naciones contemporáneas existe miedo, angustia, inseguridad e incapacidad.


Una oportunidad: cooperación amigable con la innovación

En el espíritu de romper con las dualidades del pensamiento político y social actual, el autor identifica una oportunidad para el progreso que consiste en difusión de prácticas cooperativas amigables con la innovación. Se reconoce la existencia de una tensión entre las dos principales fuerzas del progreso práctico: la necesidad de cooperar y la necesidad de innovar: la cooperación es necesaria para la práctica de la innovación, pero a la vez la innovación amenaza las bases sobre las cuales está fundada la cooperación. Según Mangabeira Unger, el reflejo de estas prácticas está en el vanguardismo experimental de los mejores negocios y escuelas de países como Estados Unidos, Alemania, Japón, China, Brasil e India. La idea es propagar estas prácticas masivamente.

Existen cuatro condiciones para la sustentabilidad de estas prácticas:
1.      Evitar desigualdades arraigadas en la sociedad, pero sin comprometerse a una igualdad total. Los individuos deben ser capaces de escapar a su clase, con el fin de que la jerarquía social no determine quiénes deben trabajar juntos.
2.      La gente debe estar equipada y empoderada, con el fin de que su vida sea lo más “modelable” posible.
3.      Difundir un impulso experimentalista en la sociedad y la cultura. Debiera reflejarse en el sistema educacional.
4.      Esforzarse en perder la dependencia del cambio en la calamidad.


Países en desarrollo: crecimiento con inclusión

Al analizar cómo se adapta esta alternativa de Izquierda a los países en desarrollo, el autor extrae dos lecciones para estos países en términos de crecimiento económico y progreso: una, es que los países crecen cuando dejan operar a las fuerzas del mercado. La otra, aparentemente contradictoria, es que los países que más han crecido han sido los que se han rehusado a adoptar fórmulas institucionales provenientes de otros países.

Mangabeira Unger establece que el crecimiento con inclusión no será posible para los países en desarrollo con las formas actuales de economía de mercado, instituciones, democracia representativa y sociedad civil. Para ello, elabora una propuesta basada en cuatro ejes:
1.      Establecer una protección a la herejía nacional, esto es, a la visión local de cómo debieran ser los mercados y la globalización. Esta protección debiera traducirse en una menor sensibilidad de la economía local a los mercados internacionales de capital, y debiera contar con cuatro elementos básicos: alto nivel de ahorro nacional, estrechar la relación entre ahorro y producción, responsabilidad fiscal (que a veces pudiera implicar recaudación tributaria regresiva), y la eliminación de trabas a movimientos locales de dinero (convertibilidad completa de la moneda local, por ejemplo).
2.      Empoderar y equipar a los individuos, mediante un sistema educacional inclusivo y que genere capacidades genéricas fundamentales. Algunos de los aspectos prácticos que menciona el autor son: evitar el financiamiento local de las escuelas, estándares mínimos de inversión pública por cada niño y de rendimiento por cada escuela, y un currículum orientado a preparar a ciudadanos para una cultura experimentalista.
3.      Organizar un crecimiento económico socialmente inclusivo. En ello, se identifican dos tareas: introducir avances desestabilizadores y progresivos en ambos lados del crecimiento (oferta y demanda, lo que generaría una “fiebre” de actividad productiva), y moderar este impulso productivo con mecanismos de selección competitiva. El autor ejemplifica lo anterior con el desarrollo del sector agrario de Estados Unidos en el siglo XIX.
4.      Establecer instituciones que generen una democracia energizada y de alto vigor. Una de las ideas es combinar ciertos aspectos de la democracia representativa con otros de la democracia directa: por ejemplo, elecciones presidenciales con plebiscitos programáticos. Otra idea es el financiamiento 100% público de las campañas políticas, acceso gratuito de los partidos políticos y otras organizaciones a los medios de comunicación masivos.


Comentarios finales

En su libro “The Left Alternative”, Roberto Mangabeira Unger efectúa un diagnóstico muy detallado de la situación actual en distintas sociedades del mundo. Le es posible hacerlo puesto que las causas del malestar generalizado a nivel mundial son también universales. Su visión es realista en cuanto al análisis pero optimista y propositiva. Para elaborar su propuesta se remonta a las bases fundacionales del pensamiento progresista, estableciendo como fin último que todos los individuos puedan definir su vida según sus intereses, y que tengan las capacidades y oportunidades para hacerlo.

Al mirar la propuesta de Izquierda, es natural cuestionar la factibilidad de su implementación. Sin embargo, Mangabeira Unger no aspira a que se ejecute su propuesta en el corto plazo. Tampoco es ese el criterio sobre el cual se construye la misma. Lo que el autor considera relevante es que la Izquierda actual tenga una propuesta, y espere su oportunidad para implementarla. En sus propias palabras:


“If the Left has a proposal, the crisis will be its moment. If the Left fails to develop a program, the crisis will confirm its intellectual as well as its political failure.”

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