A. Negri

Antonio Negri

Negri (79 años) es un sociólogo marxista y filósofo político italiano. Es conocido principalmente por su trabajo en el libro "Empire" (2000) en conjunto con Michael Hardt. Sus contribuciones a la teoría revolucionaria, y en particular, al Autonomismo, le han significado verse envuelto en una gran cantidad de polémicas (información en base a Wikipedia).   

Ignacio Monge revisará el libro "Trabajo de Dionisios" (). 

Resumen: El trabajo de Dionisos. Antonio Negri – Michael Hardt (1994)

El libro, de autores teóricos marxistas, consiste en una crítica constante al Estado liberal posmoderno, recreando su constitución y su estado actual.

El derecho posmoderno y el marchitamiento de la sociedad civil.

Los autores inician su tesis planteando que en la década de 1970 y 1980 se finaliza un proceso donde el capital lograba superar al trabajo como principal fuerza productiva, lo que sumado a las revoluciones neoliberales generaría la “muerte del comunismo”, con el consiguiente correlato histórico reflejado en la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. Los autores, sin embargo, plantean que más que una derrota del comunismo, lo que ha ocurrido es una desaparición de los elementos claves donde se materializaba la lucha social, pero que sin embargo el trabajo sigue siendo el lugar de producción social, y que mientras la fuerza productiva llamada trabajo siga siendo explotada, los antagonismos sociales seguirán existiendo. En esta línea, el desafío de la teoría comunista corresponde a mostrar los contornos de esta nueva época, el marco donde se genera, como se expresa el nuevo antagonismo social, y como surgiría un nuevo poder constituyente emergente.

Sin embargo, en lugar de entrar de lleno a una propuesta de proyecto, los autores “construirán” una visión del Estado capitalista posmoderno a través de la obra de numerosos autores, pero esencialmente, la obra de Rawls.

 Rawls y la revolución

Los autores inician su estudio presentando que Rawls no entiende la revolución como un fenómeno rupturista, sino que por el contrario corresponde a un orden natural de cosas, donde su corazón se presenta a través del sentido de justicia inherente al ser humano, el cual corresponde al eje de la argumentación rawlsiana. Este sentido, unido a los valores de igualdad y libertad, termina correspondiendo a un poder constituyente democrático que es la culminación de un proceso natural, lo cual ejemplifica a través de las revoluciones francesas y estadounidenses. Estos procesos utiliza el llamado “trabajo vivo” para consolidar la posterior creación del Estado liberal Posmoderno, concepto clave en la formación del mismo

El estado Posmoderno. Análisis teórico.

Los autores inician su presentación del Estado liberal teórico criticando la filosofía de Rawls. Plantean que él respalda la tendencia política de atribuirle al Estado la obligación de construir sistemas de asistencia pública, basándolo no en un contexto histórico particular, sino en una elección política basada en un principio filosófico, lo cual la hace aplicable a todo país. Por tanto, Ralws destaca y fortalece la visión del Estado como ente encargado de mejorar la distribución.

Sin embargo, el Estado de Bienestar no se fundamenta solo en un aspecto distributivo, sino además cumple un rol clave en la esfera de la producción, siendo éste el epicentro de la constitución económica y política de las sociedades capitalistas. Y dentro del aspecto de la producción, el trabajo es el elemento central, donde se cimienta y fundamenta esta sociedad capitalista.  El problema central de Rawls es que no hace ninguna referencia al aspecto productivo, lo cual representaría un fracaso de su teoría, fracaso que se ve amplificado en que no solo omite la producción mercantil, sino también de normas y derechos. Por tanto, al centrarse solo en la distribución y olvidando la producción, Ralws olvida el elemento central, la base de la esfera distributiva, como lo es la esfera productiva, y terminan realizando un “flaco favor” a la teoría liberal de la distribución, al minar los cimientos del Estado de Bienestar ignorando el rol del trabajo. No puede haber distribución sin producción, y difícilmente habrá producción material sin producción de normas. Es aquí donde los autores se cuestionan: ¿”Como es posible en nuestros días que una teoría de derecho como la de Rawls, que no hace referencia alguna al trabajo y la producción, no sólo consiga aceptación sino que incluso se torne hegemónica”?.

Ellos mismos se responden planteando que resulta una teoría muy funcional a los cambios recientes en la forma- Estado, y a la constitución del Estado liberal Posmoderno, donde el trabajo está subyugado al capital en lo que Marx denominaba la fase de subsunción real, la cual supera a la subsunción formal. Pero, ¿qué significa cada proceso? La subsunción formal hace referencia a cuando el trabajo queda supeditado al capital, pero que este último lo captura tal cual como lo encuentra, correspondiendo por tanto a un factor externo de dominancia.  De esta forma, el trabajo es un punto de apoyo antagónico, hostil, pero extremadamente necesario, que articula y legitima el sistema capitalista. La subsunción real, por su parte, es cuando el capital, tras la etapa formal, tiene la capacidad de generar su propio “trabajo”, destruyendo las relaciones antiguas, por lo cual se vuelve un todo creado y utilizado por el capital. Las grandes industrias del siglo XIX fueron la experiencia que vio Marx de subsunción real. En el proceso, el trabajo pasa de ser una institución individual a una social, para finalmente transformarse en capital social, sobre todo en innovaciones tecnológicas.  Y en se punto, se lograría un viejo anhelo del capital, el cual es mostrarse como la base del sistema, el cual funciona de forma autómata, siendo él la esencia  que se encuentra separado del trabajo. Sin embargo, en el fondo, el trabajo sigue siendo el pilar que sostiene el sistema.

Pero aun así, la pregunta no está respondida. ¿En que se sustenta la teoría rawlsiana, capaz de olvidar el rol del Estado en la producción mercantil y jurídica y sobre todo, en una aplicación posmoderna, omitiendo el rol del trabajo en la creación social?.

La respuesta es sencilla. El sujeto social que plantea rawls, que se encuentra tras el velo de la ignorancia, no tiene características individuales, sino que homogeniza la sociedad.  Y es este sujeto social nuevo homogéneo quien firma el contrato social con el concepto de justicia tras el velo de ignorancia. Y tras este acuerdo, la teoría se hace circular, se transforma en un proceso sin fin y de doble implicancia, que estabiliza el sistema democrático. El sentido de justicia nos lleva, a través del ordenamiento contractual, a la elección de un orden social justo, el cual, a su vez, inculca el sentido de justicia. De esta forma, la sociedad democrática se ha transformado no solo en el punto de llegada sino también el punto de partida de la evolución social.

Adicionalmente a lo anterior, y quizás aun más importante, el segundo sustento de la sociedad democrática liberal es como logra abstraerse de todo tipo de conflictos sociales, la llamada “política de elusión”, de forma tal de alcanzar el orden, la armonía y el equilibrio.  El liberalismo posmoderno no postula una tolerancia a través sistema inclusivo, sino excluyente, donde mantiene fuera de su interés y de su participación a cualquier elemento de conflicto que pueda alterar el orden natural de las cosas. Mencionan, incluso, que de alcanzar este objetivo, se alcanzaría el “fin de la ideología”, en un aspecto similar a lo que plantea Fukuyama sobre el fin de la historia.

Pero, ¿Cómo puede el sistema asegurar esta práctica?

La respuesta teórica se entrega a través de la reducción del Estado a su mínima expresión, transformándose en un esqueleto articulador, neutral al interior de la sociedad, y sin ningún rol relevante en la mediación en las fuerzas internas de la sociedad, lo cual lo consigue a través de un Estado policial, que utilizando la fuerza pública, no tiene una sociedad necesariamente disciplinada, sino que simplemente “pacíficamente controlada”. Esta última consideración, que ningún liberal propiamente tal se atreverá a reconocer por atentar profundamente contra la libertad, es el pivote que garantiza el orden en el Estado liberal Posmoderno.

El estado fuerte del neoliberalismo: Crisis y revolución en la década de 1980.

En esta sección, tras el análisis teórico del Estado liberal posmoderno, los autores  buscan incorporar la crisis del Estado de bienestar durante los 80.  En dicha década,  plantean que se asiste al final del corporativismo y la negociación colectiva como métodos de legitimización y planificación estatal para asegurar el orden y desarrollo. Es aquí donde a través de ejemplos se demuestra el término de la metodología de mediación, reemplazándola por la metodología de exclusión, lo cual se llevo a cabo en numerosos países, especialmente EE.UU durante la administración Nixon.

Pero los autores muestran una pequeña contradicción. El Estado de bienestar entró en crisis durante los 80, lo que se ve reflejado en la subsunción final del trabajo frente al capital. Pero, sin embargo, al mismo tiempo, el Estado de bienestar, desde el punto de vista del gasto, creció más que nunca. Curiosamente, y contradiciendo el aspecto teórico, el Estado aumentó su gasto y su intervención en el apartado mercantil.  El neoliberalismo fue incapaz de destruir las bases del Estado de bienestar, pero si lo orientó a otros fines.  De esta forma, el reordenamiento de un Estado fuerte y corpulento es la cara más “iliberal” del estado liberal.  Ejemplo: Reducción de libertades civiles, especialmente en zonas de guerra.  El Estado ha pasado del Estado de derecho al Estado policial.  Al mismo tiempo, los gobiernos republicanos en EE.UU hablaron que la crisis que afrontaba su país no era necesariamente económica o política, sino moral, y de esta forma fueron capaces de consolidar un Estado Moral,  apelando a valores de unidad nacional esencialmente, y donde el derecho está por sobre bien. Esto representa otra práctica iliberal del neoliberalismo, que contradice profundamente el análisis teórico revisado previamente.

En resumen, la concordancia entre la teoría liberal posmoderna y los proyectos políticos neoliberales se da en el intento de excluir al trabajo de la constitución social, desplazando el rol del contrato social con el Estado a través de la supresión de la negociación colectiva, pero difieren sustancialmente en la participación del Estado, donde la teoría habla de un Estado débil, pero la práctica presentó, finalmente, un Estado fuerte en el lado del gasto, y sobre todo, un Estado fuerte en términos judiciales , policiales y moral.

La autonomía del Estado: El bienestar moral.

En este apartado, se presenta como la crisis del liberalismo no es solo teórica, sino que además social, donde las democracias liberales han destruido las bases de la comunidad, donde los sujetos son incapaces de elaborar identidades fuertes.  La homogenización social del liberalismo produce totalidad vacía, mientras que la diferenciación social en comunidades parciales proporciona mecanismos de mediación que fortalece vínculos individuo-sociales. Así, el Estado liberal posmoderno ha perdido su poder de formar una comunidad coherente, a pesar de su importancia en la economía y la sociedad. Es incapaz de dar respuesta a los males.  La crítica incluye que si el liberalismo siga considerando al Estado como solo un mecanismo para mantener derechos individuales, será incapaz de hablar de modo convincente sobre ciudadanía o bien público, entre otros.  El Estado no puede ser solo Estado policial. El Estado de derecho debe superar al Estado fuerte en la media que el primero es capaz de crear instituciones políticas y sentimientos estables que sustituyen a la fuerza. Dado que el liberalismo ve el orden como exterior al sujeto, cree que debe mediar entre ellos.

La respuesta tiene que ser un Estado moral, que sea capaz de realizar una planificación estatal moral, acorde a los valores de la ciudadanía, algo de lo que generalmente suele estar ajeno el liberalismo. Esto se puede cumplir dado que el contexto ético, la ley y el orden son intrínsecos al sujeto, y no exterior como el liberalismo suele plantearlo.

Los autores plantean una analogía con el rol del Estado en la economía. Así como el Estado keynesiano tiene un rol clave en impulsar la economía y en las propias relaciones económicas, el Estado debe tener un rol clave en el plano moral para orientar positívamente el caótico enfoque liberal del valor en el ambiente libremercadista.  Es en esa línea que muchos comunitaristas alaban la visión  liberal posmoderno de Reagan por ejemplo, sobre la crisis moral de la nación.

Pero entonces, si la propuesta moral, con un Estado fuerte en el gasto parece ser la respuesta, ¿qué problema se mantiene?

El problema es que el que queda reducido no es el Estado, que está más fuerte que nunca, sino que la sociedad civil. Cada actividad propia de esta última, como negociación colectiva, reproducción del capital social,  movimientos ciudadanos han perdido fuerza y real injerencia en la actividad pública, aun cuando parezca que mantienen su poder con sus concentraciones.  De esta forma, el alcanzar el socialismo se hace imposible dado el poder y la autonomía cada vez mayores del Estado capitalista, que siguen teniendo suprimidos a los sujetos. La sociedad civil es la clave en el surgimiento del socialismo.

La crisis del socialismo real: Un espacio de libertad.

El socialismo real, plantean los autores, no difería en gran medida de la forma de gobierno capitalista. La diferencia solo se encontraba en que se ajustaban a etapas distintas del desarrollo capitalista. El socialismo real fue incluso un éxito desde la perspectiva del desarrollo capitalista, al conseguir la reducción de la brecha oriente-occidente.

Así, los autores plantean que el socialismo fue  mucho más exitoso que el capitalismo. Las naciones que establecieron el socialismo real presentaron la creación de una sociedad civil y un desarrollo económico superior a cualquier país capitalista, y que lograron pasar de la más absoluta pobreza a ser países del primer mundo.

Sin embargo, a pesar de lo anterior, el socialismo real fracasó rotundamente. Los autores plantean, inicialmente, varios factores sin profundizar ninguno, pero le asignan especial valor a que el proletariado no actuó en el modo esperado. En vez de ser participativo, busco su autonomía y autodeterminación, alejándose de los objetivos propios del socialismo. Adicionalmente, los autores mencionan a la traición de los líderes comunistas, el cansancio de las masas, el odio del enemigo y el chantaje del mercado mundial, lo que llevo al predominio de este Estado liberal posmoderno
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Paradojas del Estado posmoderno.

La principal paradoja consiste en el hecho que la hegemonía de la sociedad civil se concibe de forma tal que ella puede funcionar en la ausencia de la sociedad civil propiamente tal. El Estado policial se encarga de extirpar toda dialéctica social, anula el poder social. Logra separar totalmente lo político de lo social. De esta forma, la democracia se consolida y queda totalmente constituida, llegando al fin de la historia que mencionamos previamente. En la sociedad posmoderna, ya no se construye una representación democrática de las masas, sino que se produce una producción de los propios votantes por parte de los representantes.  Se simplifica al extremo la realidad, y se generan crisis de identidad en la “sociedad civil”, donde la homogenización lleva a que la ciudadanía quede sin respuesta, se fortalezca la individualidad, y los antagonismos pasados son manipulados y eclipsados. Pero, ¿cómo se desarrollo esta crisis de la sociedad civil?.

Bases sociales del Estado posmoderno y los prerrequisitos actuales del comunismo

En este apartado los autores se cuestionan la evolución histórica que llevó a la sociedad civil actual, aun a pesar de la paradoja previa. Plantean su inicio en 1968, donde se presentó el punto más álgido de “sublevación obrera”.  Se inició una nueva era donde se rompió la disciplina fordista, y que se caracterizo por:
1.       Surge un nuevo tipo de individualismo, donde se eligen bienes de producción pero muy condicionado a la estructura colectiva de organización social de producción.
2.       Modelos de regulación trascienden barreras nacionales y se vuelven planetarios.
3.       Reformas en procesos de trabajo por la automatización de fábricas.
4.       Modificación de fuerza de trabajo. El trabajador ya no era “comprado” por el capitalista, sino que se formó una comunidad socialmente productiva, pero subyugada al capital.
Surge el obrero social que rechaza el trabajo individual subyugado a la disciplina salarial, rechaza el trabajo abstracto y el régimen de necesidades, rechaza la producción social keynesiana. Sin embargo, ocurrió una vez más que el capitalismo se adapta y responde, automatizando el trabajo, informatizando las relaciones sociales productivas, introduciendo un régimen de consumo controlado por flujos monetarios. (Lamentablemente no profundizan estas ideas).

Pero la respuesta capitalista no es suficiente y estamos frente a los prerrequisitos del comunismo. Los autores vuelven a plantear que los requisitos se dan nuevamente en las sociedades desarrolladas.  Si el socialismo real murió por sus retazos capitalistas, el capitalismo sobrevive solo por su precondición del comunismo. Los atributos claves son colectividad, siendo obreros interconectados por intereses comunes y por condiciones de explotación históricas similares, con una evolución similar. Adicionalmente, estos países desarrollados se basan en un Estado de bienestar, el que es prerrequisito de una revolución pasiva, dado que genera inestabilidad en el régimen liberal democrático.

Por último,  y el asunto primordial, es que el sujeto social, este hibrido entre trabajo vivo y automatización e informática, abre los ojos y deje de creer que en la actualidad no sufre la explotación capitalista. Este nuevo obrero técnico- especialista debe darse cuenta que si bien ya no vive confinado al régimen fábrica como el obrero del estado moderno o pre moderno, sigue estando dominado por el capital.

La crítica práctica de la violencia. ¿Cómo puede responder el sujeto?

En términos simple, la respuesta de la masa, una vez desaparecidas las instituciones tradicionales como la negociación colectiva, son 2 opciones. La vía violenta o la no violenta. Esta última es la elegida por una gran mayoría. Su rol es más bien simbólico, sin atacar directamente los intereses económicos o de poder, sino que buscando generar un apoyo indirecto en la ciudadanía. Tratan de instalar un mensaje. Sin embargo, plantea dos problemas ligados a la práctica social tras el desplome de la sociedad civil. El problema del poder y el de la violencia.

Sobre el poder, la acción no violenta es muy ambigua. Se transforma en la imagen especular del terrorismo, aunque los medios los muestren como antagónicos. Esto dado que su efecto es justamente mostrar la desvalido del defendido y generar rabia en el oyente o receptor del mensaje, de forma que reaccione.
Su segundo problema es que se plantea como moralmente superior a la violencia solo por ser pacifica, y para que esto se cumpla es clave que la personificación de la acción no violenta sea la apropiada. Adicionalmente, la violencia suele estar tan arraigada en la naturaleza humana, que su negativa puede generar efectos contradictorios en la opinión pública. Además, la supremacía de la acción no violenta se sustenta en el marchitamiento de la sociedad civil, la cual servía como aval de la acción violenta.
Aun más, el pueblo cuenta con la violencia revolucionaria, que suele ser rechazado por gran parte de la sociedad, pero que es el que tiene la potestad de generar el poder constituyente, asemejándose a la idea schumpeteriana de destrucción creativa.

Sin embargo, el liberalismo posmoderno sigue consolidado y firme…

Desarrollo normativo y consolidación del Estado posmoderno

El estado posmoderno organiza la separación del Estado con respecto a la sociedad, a la vez que pretende negar la existencia de tal separación. El marchitamiento de la sociedad civil es el marchitamiento del tejido social conectivo, que sirve para tramar vínculos entre el Estado y las fuerzas productivas sociales, pero con el ocaso de la sociedad civil este proceso muere.  Adicionalmente, la aceptación por parte de las ex repúblicas soviéticas de instituciones internacionales como FMI y banco mundial ha consolidado la hegemonía global del estado liberal posmoderno, que se sustenta a través de la imposición de la norma económica que esas instituciones realizan. Este fue el paso final para la consolidación jurídica del capitalismo. Se ha consolidado la “producción de mercancías bajo el poder de mando”. El Estado solo es un observador externo que se asegura que la producción social autónoma sea un reproductor de las condiciones que hacen del capital el poder predominante.  

Incluso, plantean los autores, los mercados comunitarios se encuentran subyugados frente al capital, dado que siguen estando a merced de los grupos económicos. Si bien parecieran ser que rompen el molde del capitalismo, son solo una unidad mas, dado que se siguen viendo regulados por una norma mucho más tecnocrática que política, donde la racionalidad y el deseo de obedecer al producto técnico sobrepasan a la norma política, y la llevan a su mínima expresión.

Adicionalmente, el poder legislativo ha ido perdiendo fuerza frente al ejecutivo, donde muchas normas ya no vienen de la deliberación parlamentaria, sino que decretos presidenciales. Si pensamos que el parlamento es el “mejor” órgano representativo del pueblo, esto quiere decir que el pueblo está cada vez más alejado de la producción de normas.  El ejemplo se da en la crisis del Estado de bienestar en los 70 y la crisis de deuda de los emergente en los 80, donde la decisión soberana fue desplazada por seguir consejos internacionales como el consenso de Washington.

Por último, los autores plantean que en el escenario de la legislación social se da el mayor antagonismo entre tecnocracia y negociación colectiva social. La destrucción del tejido social, el debilitamiento del trabajo como esencia social, el desconocimiento del sujeto social lleva al reforzamiento del aspecto tecnocrático y a la separación absoluta entre el sujeto social y el sujeto tecnócrata, que se sustenta en que el Estado posmoderno se termina de asentar como un Estado policial, donde la policía es el sistema administrativo supremo.

Anexo: El bien común y el sujeto social.
Este apartado se aleja un poco de la continuidad lógica de la arugmentación y estaba presente en la mitad del libro, por lo que lo incorporé como anexo para tenerlo presente.
Los autores destacan “la mayor nitidez de la pasión rawlsiana por la democracia: “las expectativas más elevadas de quienes están mejor situados son justas si y solo si funcionan como parte de un esquema que mejora las expectativas de los miembros menos favorecidos de la sociedad” De forma tal que, si somos capaces de generar políticas que favorezcan constantemente a los menos favorecidos, se pondrá en marcha una tendencia a la igualdad social que será capaz de generar un sujeto social unificado y poderoso.
Aquí los autores hacen un guiño a aplicaciones prácticas de la teoría rawlsiana, donde la igualdad de oportunidades se sustenta en un sistema escolar que, independiente de si es público o privado debe estar orientado a derribar barreras de clase”. Adicionalmente, la competencia mercantil regulada tiene que orientarse a corregir las desigualdades principales, independientes de si estas surgieron naturalmente o de otro tipo de ordenamiento social.
Surge el segundo principio de diferencia: “Las desigualdades sociales y económicas habrán de disponerse de tal modo que sean a)tanto para el mayor beneficio de los menos favorecidos, como b) ligadas con cargos y posiciones asequibles a todos en condiciones de justa igualdad de oportunidades”. De esta forma, apelando a la fraternidad,  Rawls propone un sujeto social profundo y poderoso.
Sin embargo, contrario a lo comúnmente creído, el principio de diferencia de la obra de Rawls se ha visto minimizado frente al principio de libertad y al de justa igualdad de oportunidades


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